Vivimos en una era en la que la tecnología está en todas partes: en casa, en el trabajo, en nuestros bolsillos. Pero, ¿te has detenido a pensar cómo está afectando esto a la educación de nuestros niños?.
Recientemente circulan por las redes sociales imágenes inquietantes: muchas personas, adultas, jóvenes y muchos de nuestros niños están absortos con sus dispositivos móviles, mientras unos pequeños robots —unos leyendo libros y otros coloreando— disfrutan de actividades creativas y educativas. Lo curioso es que los robots actúan como niños curiosos, mientras los humanos se comportan como máquinas hipnotizadas por las pantallas. De este contraste quiero hablar hoy y debe ponernos a reflexionar. A continuación y hablando de tecnología, he generado una imagen que lo define muy bien.
La distracción digital en la infancia.
Hoy en día, muchos niños pasan horas frente a una pantalla. Ya no hablamos solo de videojuegos o caricaturas: hablamos de redes sociales, videos cortos, notificaciones constantes… estímulos que mantienen la mente ocupada, pero no siempre aprendiendo.
Esto puede parecer inofensivo, pero el uso excesivo de pantallas está relacionado con problemas de atención, menor rendimiento escolar, dificultad para concentrarse y menor creatividad. Los niños necesitan aburrirse, imaginar, crear, leer, explorar. No solo consumir contenido.
¿Qué pasa si los que aprenden mejor en el futuro... son los robots?.
La imagen también nos lanza una advertencia simbólica: ¿Y si, mientras los niños se distraen con el dispositivo móvil, las máquinas son las que aprenden?. Los avances en inteligencia artificial y robótica están haciendo que las máquinas puedan leer, escribir, crear arte, resolver problemas complejos… cosas que antes solo los humanos podíamos hacer.
¿Estamos dejando que la tecnología nos reemplace simplemente porque hemos dejado de usar nuestro potencial?.
La clave está en el equilibrio.
No se trata de demonizar la tecnología. De hecho, usada con responsabilidad, puede ser una herramienta maravillosa para aprender y crecer. Pero la tecnología no puede reemplazar el juego, la lectura, el arte o la curiosidad natural de unos niños.
Como padres, educadores y sociedad, tenemos una tarea urgente: enseñar a los niños a usar la tecnología con inteligencia, y no ser usados por ella. Necesitamos fomentar espacios sin pantallas, tiempos de calidad en familia, y sobre todo, mantener viva la chispa de la creatividad.
Creo que la educación del futuro no depende solo de tener más dispositivos o mejores apps educativas. Depende de recuperar lo humano: la atención, la emoción, la imaginación. Y las herramientas de apoyo están muy bien, sin dejar que nos dominen. Que la imagen de los robots creativos no se convierta en una profecía, sino en una advertencia: aún estamos a tiempo de despertar, mirar a nuestro alrededor, y reconectar con lo que realmente importa.
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